El Pueblito es una aldea de Santa Catarina Pinula, a 9 km de Ciudad de Guatemala, separada por una carretera de una colonia exclusiva donde la vara de terreno (unos 92m2) está a nosecuantos mil dólares.
Las casas mejor preparadas están a la orilla de la carretera, a medida que vas callejeando descubres un sinfín de construcciones de de madera y lámina en las que en un único espacio conviven un camastro para todos los miembros de la familia con una cocinilla, en el mejor de los casos, y algún mueble desvencijado que usan como armario.
La Fundación Contexto trabaja allí con unos 82 niños, con edades entre los 8 y los 14 años. Belia de Vico, vallisoletana afincada en el país desde 1964, es su alma máter (prometo post aparte en breve, la historia es increíble!).
Los protagonistas de esta historia son María, Jocelyn, José Víctor, Valentín, Samuel, Diana, Cristina, Edwin y Miguel. Con ellos me he pasado toda la mañana. Participan esta semana en un taller audiovisual de educación en valores que se imparte en el centro; pero hoy se fueron hasta allí para grabar su lechería, sus casas, sus familias, sus palos y sus piedras.
La lechería es, como su nombre indica, una antigua lechería que un ricachón de la otra parte de la carretera ha cedido a la fundación para sus clases. Allí van una tarde a la semana, aunque la lluvia embarre el camino, para sus clases de arte. Aprenden acuarela, óleo, escultura en yeso y hasta grabado en madera; pero lo más importante es que canalizan su creatividad, vomitan su vida interior en obras que les ayudan a abordar el conflicto, la tolerancia y el respeto; catalizando su pensamiento y viviendo una auténtica catarsis emocional que les empuja a seguir.
Paréntesis para explicar que el trabajo de la fundación no queda aquí. Además de su implicación en el desarrollo de inquietudes artísticas como liberación, beca a los alumnos más necesitados para que no abandonen los estudios básicos y puedan continuar, al menos, hasta secundaria. Amén de bolsas de estudio, pago de inscripciones en colegios públicos locales y ayudas familiares puntuales.
En la lechería llama la atención un cartel al fondo que dice: "Yo quiero, yo se, yo puedo", recordatorio diario de que podrán alcanzar las metas que se marquen. Como parte del escenario y, seguramente, instrumento de trabajo hay dos siluetas humanas metálicas que se utilizan "para entrenarse a balazos".
Allí almacenan sus obras. Cristina nos contó por qué su cuadro era negro desde la distancia... a veces nos pasa a todos, pero ella quería que la gente se acercara más y viera como, en realidad, hay elementos en su pintura que de otro modo no se apreciarían. María y Valentín también sorprendieron por su talento... y la obra de José Víctor, al que le "encantan las arañas!"
Nos paramos en el grabado de Olga, que se seca al aire. ¿Tema? Violencia en la familia. Muestra un cinturón en movimiento con una botella de Venado (puro alcohol). Su padre, alcohólico y violento, está ya lejos... pero lo pasaron mal.
Fuera esperan los "chuchitos" de la abuela de Samuel; la "chucha" acaba de parir a siete cachorritos. Como siempre, hay uno "bien gordote" y otro "más flaquito".
Seguimos por la carretera, camino de sus casas.
Primera parada: Cristina. Su madre trabaja en la capital, sólo la ven durante el fin de semana. Mientras, hay alguien que se encarga de cuidar a los más pequeños. Daniel Alejandro, de dos años, tiene ganas de jugar. Se dirige a mí mostrando su espiral amarilla con un "acid" en negro. Mete su pequeño dedo dentro, yo meto el mío. Siente cosquillas y ríe. Ríe con ganas, apretando su cara y con carcajadas de bolsillo que liberan su ansia de compartir sus juegos con alguien.
Mientras Rosa, de unos cinco años, lava la ropa en el lavadero. Restriega mientras sonríe a la cámara.
Hace dos años que se separaron de su padre, pero Cristina recuerda con tristeza que su hermano escogiera quedarse con él en Atitlán: "escogió el dinero, en vez de la familia", afirma cabizbaja. Desde entonces viven aquí, tienen esto en alquiler:
En casa de María conocemos a su madre, y ella nos cuenta cómo le gusta jugar con los perros y los gansos. Su loro mira extrañado, mientras un pavo criollo (chompike) se pasea inmutable.
José Víctor quiere grabar a uno de sus tres pastores alemanes; después Valentín le graba en uno de los sitios donde le gusta pasar el tiempo: su jardín.
Los abuelos de Jocelyn y Miguel fueron los cuidadores de esta finca, pero ya "tienen doce años de ser ellos los cuidadores". Viven allí en casas de adobe, Miguel nos enseña los "palos frutales" que tienen y sus primos juegan en un lavadero roto, viejo y abandonado.
Valentín nos enseña orgulloso el almacén de leña de su abuelo. Él juega ahí, su abuelo vende leña desde hace "cincuenta años". Está ya preparando el belén.
Samuel tiene tres hermanas y un hermano pequeño. Su madre cuida de ellos, su padre remienda zapatos que entre todos van recolectando por El Pueblito. Los que se pueden vender, se venden... los tienen remiendos demasiado evidentes los usan ellos. Todos están escolarizados, su madre agradece el trabajo de la fundación. Todos duermen en ese camastro, viven sin luz ni agua. Ni falta que les hace: ¿cómo echar de menos algo que nunca has tenido?
En uno de los barrancos vive Edwin, que nos presenta a su abuela y a su primo. Su padre era marero, el año pasado murió en una pelea. Hace ya un par de años que no viven con él; en este tiempo, su madre ha tenido otro hijo con otro hombre. Es este segundo hombre quien se ha preocupado por mejorar la casa. Edwin afirma valiente delante de la cámara: "De mayor quiero trabajar para poder comprar una casa a mi abuela y otra a mi mamá". Antes de marcharnos, nos pide que le grabemos encaramado al palo del níspero, su preferido.
Esta es la vista de la casa, del patio y del barrio. Detrás la letrina, que chorrea lentamente camino de la casa.
Es tarde, son las 22.14. Llevo una semana con jornada de 14 horas y hoy el día ha sido largo. Me gustaría poder contaros mejor lo que hemos vivido, lo que nos han enseñado, lo que nos han echo sentir... pero espero que las fotos puedan daros una idea de lo cómo viven, qué hacen y qué les espera. He visto mucha voluntad, mucha madurez en niños que apenas han llegado a su juventud.
Se merecen oportunidades, las mismas que hemos tenido nosotros para estar a este y al otro lado de la pantalla.
¿Lo mejor? El proyecto está en marcha, funciona y hay lista de familias a la espera de una beca. Es sólo una cuestión de dinero. Exactamente son 450$ al año para que puedan estudiar en el colegio, unos 307€ al cambio de hoy.
¿Nos lo podemos permitir? Interesados, contacten con la fundación o conmigo mismo.
Os dejo con la justificación de Marneth (15 años). Impresionantes palabras sobre la libertad y sobrecogedor grabado.
Nos veremos pronto. Un abrazo a todos.
AB
jueves, 13 de diciembre de 2007
El Pueblito: niños, piedras y corazones abiertos
en 20:10
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4 comentarios:
Te lo has currado. Debe haber sido una experiencia inolvidable.
Un abrazo
chacho!
precioso. sin palabras!!
un beso enorme....
irene
¡¡¡Y ES MI HERMANO!!!!
Aún no he conseguido nada, pero no pierdo la esperanza:
Hola Alejandro,
Te cuento cómo está todo. Para el lunes ya no hubo espacio, entonces para trabajar algo más grande, hemos platicado acá de hacer un pequeño reportaje sobre la Fundación Contexto y sus talleres trabajados en el año. Pero hasta mañana nos reuniremos para pautar qué día lo podemos trabajar.
Pero sí sigue el tema en pie.
Solo me vas a tener que tener un poco de paciencia.
Gracias por tu ayuda.
David
Os mantendré informados!
AB
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