lunes, 17 de diciembre de 2007

Atitlán, lago entre montañas verdes

El sábado por la mañana, después de la fiesta de "fin de temporada" del Centro Cultural de España en la que no faltaron los shucos, los tamales de pollo, el ponche y la buena música de la orquesta de bodas "Tabaco" (mención especial a la lotería popular que contó con un seguimiento inusitado entre todos los asistentes...), agarré la camioneta y me encaminé al lago.

Fueron casi cuatro horas de divertida tortura, pero llegamos sin problemas. El plan, en principio, era hacer una fiesta con la gente chapina de las mancomunidades del curso que hicimos con alcaldes, pero acabé en San Pedro de Atitlán rodeado de españoles.

El atardecer fue estupendo y el Hotelito El Amanecer, que encontramos de casualidad, también fue perfecto. Lo de la hamaca frente a tu habitación mirando hacia el lago fue increíble. Además, esta hamaca debía tener pilas, porque apenas te mecías un poco ya se ponía en marcha por un rato.

Por la mañana el agua estaba fría, muy fría. Meter los pies en esa arena negra fue un suplicio, pero poco a poco me fui acostumbrando. A medida que vas avanzando, la arena se vuelve tierra dura y, un más adelante, fango. Entonces te paras. Tu pie se va amoldando y notas como diminutas burbujas de aire empiezan a subir a la superficie. Ahí empieza tu intercambio de energía con el lago. Sientes como te vas hundiendo, como la presión de tu cuerpo libera parte de lo que el lago retenía.

Llega un momento en que no sigues hundiéndote. El equilibrio que alcanzas es directamente proporcional al placer que te produce estar a las nueve de la mañana metido hasta la cintura en el agua, rodeado de montañas verdes, con un silencio absoluto que apenas interrumpen algunas olas que llegan a la orilla.

Respiras hondo, muy hondo. Son muchas las cosas que te vienen a la cabeza, pero logras abstraerte y concentrarte en sentir únicamente la pureza del aire, sin reparar en la temperatura del agua.

Me habréis escuchado ladrar a menudo en contra del gobierno, la farfolla, el amor y sus derivados, los flipados y los que dicen energía cuando quieren referirse a drogas. El lago es un sitio de mucha energía.

El desayuno con huevos revueltos y frijoles siguió equilibrándome el karma y me desparramé en una esterilla a disfrutar del solecito de media mañana.

Con las pilas recargadas, cuatro horas de camioneta y un par de horas en la oficina, llegué a casa con el tiempo justo de meterme en la cama antes de perder el punto justo de cocción mental que me acompañó durante el fin de semana.

Esta mañana, al despertarme, me di cuenta de que se me había pasado el arroz... se me ha ido el día volando, sin oportunidad de avanzar con todo lo que llevo encima. Lo que en mi pueblo siempre se ha llamado "empanao"...

Tanto equilibrio energético para quedarme hoy seco. Está visto que los días tirados a la bartola producen síndrome de abstinencia.

Ya tengo la mochila preparada, no vuelo hasta el jueves pero la semana que me espera es de aúpa: mañana convivio en el Porta, el miércoles almuerzo de navidad en el centro y por la tarde la recepción de la embajada... así que espero llegar al avión hecho un trapo, dispuesto a pegarme catorce horas sobando para llegar a España con fuerzas para achucharos a todos.

El viernes estaré en Madrid tomando cañitas con quien se acerque!

Un abrazo,


AB

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando pases por Córdoba o estés en Sevilla me llamas, para que te tomes las cañitas conmigo, que a Madrid no puedo ir.

Anónimo dijo...

Tanto equilibrio.....es bueno para coger la Navidad con ganas......Espero que me traigas un poquito a mí tambien.
Necesito que me embriague ese positivismo.
Espero que tengas un buen vuelo.Besitos