domingo, 27 de enero de 2008

Sábado completo, con dos hielos

Me desperté temprano, ya he cogido el hábito, y me fui al mercado. En realidad mi plan era pasear por las afueras de Antigua, para ampliar mi conocimiento del terreno (algo básico en los animales es conocer su entorno y marcarlo, no?); así que con mis tomates (a queztal la libra, oiga! baratísimos!) y mis aguacates (a 15 quetzales la mano...), me puse en marcha.

Subí por la nueva cuesta empedrada que da acceso a la zona 4 y 6 de San Felipe de Jesús. Una zona angosta, de calles de terracería y gentes sonrientes. Todo en silencio. Pequeñas ventanucas con algún logotipo de Pepsi, Tortrix o Salvavidas servían de tiendas de desavío. Una cuesta de bajada muy empinada llegaba hasta el hospital nacional Pedro de Betancourt.

Siguiendo mi camino, pasé por el mercado de San Felipe, la finca Filadelfia, y una tienda de bicicletas usadas en la entrada de Jocotenango. Desde allí, callejeando entre artesanos de la madera, llegué hasta la plaza de la iglesia que tantas veces había visto desde la camioneta.

Regresé a Antigua por la calle ancha de los Herreros, donde está el JocoFut y el restaurante de Christophe.

Después de tres horas de paseo, al llegar a casa me encontré con Sindy, Mariajosé y su novio que habían venido a recoger a María para irse a las fiestas del pueblo de Mariajosé (sí, así.. todo junto!) "Se quiere venir, usted?" dijo Sindy desde el carro... y allá que me fui.

Curvas, reaggeton y conversaciones intrascendentes. Llegamos a San Andrés de Itzapa antes de que saliera la procesión de la Virgen de la Concepción. No teníamos muy claro a qué íbamos, pero cuando regresabamos por la noche estaba bastante claro: una celebración de carnaval en toda regla con un toque mariano para tratar de evitar la inevitable victoria de don Carnal.

El desfile empezaba con un camión (sí, un camión) sobre el que habían montado a la Virgen de Concepción entorno a un niño en silla de ruedas, otro en una camilla y otro con muletas. "Salud de los enfermos", se podía ver en los costados. Le seguían otras carrozas con la Virgen de Guadalupe, la Anunciación y el Nacimiento... todas protagonizadas por niños encarnados en los papeles de María, Jesús y el angelito. Divino.

Después llegaban otras rancheras cargando altavoces enormes que ponían la música al baile que, con mayor o menor gracia, se marcaban los grupos de amigos y familiares que seguían la procesión. Payasitos, animales de la selva, hindúes, árabes, santa claus travestidos, bailarinas travestidas, jugadores de futbol travestidos.. sí , al final abundaban los travestidos! ;)

Tres vueltas eran las de rigor para que todo el pueblo disfrutara de la fiesta, que acababa como a las seis de la tarde en las puertas de la catedral. Divertido, cada cual con lo suyo. Todos lo pasaron bien, pero aún no he encontrado una explicación razonable a la no participación de vecinos indígenas en la fiesta: no les gusta disfrazarse? no comparten la fe católica y por eso se quedan al margen? no tienen plata para los trajes? disfrutan viendo al resto y no necesitan someterse al ridículo del travestido? booh?

La familia nos acogió con los brazos abiertos. Almorzamos estofado, arroz y verduras acompañadas por jugo de chicha (un zumo difícil de explicar..) Todos muy amables, gracias!

De vuelta a casa, David estaba saliendo con Telma, Rosina y Jorge.. cena en el café Flor, a media cuadra del parque central. Una cena agradable, todos juntos después de las vacaciones, que acabó con los trucos de magia de un tipo genial (tanto con los nudos y las cuerdas como con las cartas) y con la histriónica interpretación de Jose (el dueño del local) al piano... Un chupito de mezcal y otro de tequila coronaron la velada.

Pero no acabó ahí... nos fuimos a nuestro particular centro de fiestas con cañonera, cojines y servicios básicos. La vergüenza ajena es un sentimiento que aflora cuando ves a un grupo arrodillarse ante una proyección en video de El Buki, uno más de la familia...

Fui el primero en abandonar la fiesta, quizás por la falta de alcohol en vena, el desinterés por movimientos subculturales musicales y la frustración al ver a qué podemos llegar con la edad... para qué?

"No hay necesidad..." escucho en mi casa desde pequeño.

Paseo, cultura popular y acercamiento a movimientos futuristas algo deprimentes. Un sábado bien completo.



AB

No hay comentarios: