A última hora del viernes surgió la posibilidad de irme con una iglesia evangélica a una aldea de Zacapa para hacer fotos de la entrega de ropa y productos de higiene... y me fui.
A las cuatro de la mañana salía de casa y cruzaba el parque central para llegar hasta la segunda avenida norte, donde Caminos tiene su sede.
La mitad del camino traté de recuperar horas de sueño, pero sin más.
Os podía contar muchas cosas, pero me quedo con dos: Wilfred, un enano de 3/4 años, con una de las sonrisas más simpáticas que recuerdo.
Me contaba cómo jugaba con su carro (un cochecito verde con pegatinas), mientras el resto pintaba y recortaba manos... En el reparto de ropa se llevó un pantalón vaquero para sustituir al que llevaba.. roto y deshilachado, Wilfred trataba de subirselo continuamente para que no se le viera el culillo.
Los botines le quedaban pequeños, aunque Lucas, un americano, intentó meterle el piececillo un par de veces.. la realidad se imponía y caminaba como si llevara tacones.
El resto de los niños jugaba, bebía fresco o esperaba a ver si al final del reparto tocaba la pedrea...
Él esperaba pacientemente a su padre entretenido con su cochecito. A lo lejos apareció un tipo envejecido en bicicleta, su padre. Lo montó en la barra, metió sus botines pequeños en la cesta y se despidieron hasta otra.
- En casa tengo otro carro de juguete..
- sí? de qué color?
- Como lo de arriba -decía mientras apuntaba con su dedo al cielo.
- Azul?
- Sí -afirmaba contrariado mientras se encogía de hombros dudoso.
La otra? Israel, el pastor. Me soltó el nombre de sus maestros evangélicos españoles, por si me sonaban.. me contó que trabaja la madera y la forja, pero que ahora está dedicado en exclusiva al ministerio. Su familia nos acogió en su casa, nos ofrecieron desayuno y almuerzo.. y una de esas experiencias siempre curiosas: subí al cocal de una de sus palmeras para bajar un racimo de cocos.. ;)))
Pertrechado con un machete, avancé escalera arriba y quebré el tallo... dejé caer el machete al suelo y maniobré sin ninguna destreza para que el racimo no cayera y evitar que los cocos se rompieran. Bajé con unos doce cocos, unas 75 libras me dicen (30 kilos) y disfruté del exótico jugo que surgió a golpe de machete. Bebí directamente el agua del coco y después Israel le pegó un tajo a la mitad para que me pudiera comer el moco del coco... rico, rico! ;)))
Cuatro horas de viaje de vuelta, carreras para hacer las fotos del último concierto de jazz que hacíamos en el atrio y cena estupenda con la gente que se había acercado desde la capital (Jorge, Pilar, Gema y compañía...).
AB
ps. me ha fallado ya tres veces lo de subir fotos.. solo me ha dejado colocar la primera! mañana os las subo, que me tengo que ir volando a francés!
ps2. ahí las tenéis!
lunes, 10 de marzo de 2008
Mi colega Wilfred
en 17:12
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1 comentario:
Joder, Álex, qué bonito. Y qué envidia, y nada sana.
Abrazo,
luis
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