viernes, 7 de marzo de 2008

"Tenemos que dejar de fingir que no somos parte de la naturaleza"

Acaba otra semana... hemos estado ocupados con el boletín mensual que, otra vez, va tarde... entre los ratos de dentista y otras historias, he estado poco centrado. Pero aquí os dejo la entrevista que sacamos este mes con Lucía Madriz. Ya me contáis! A ratos parece una entrevista de Cayetana Guillén Cuervo en "versión española"... pero es lo que hay!

En paralelo a TRANS, exposición del Centro Cultural de España en Guatemala sobre los diversos factores que influyen en la transformación de las culturas, Lucía Madriz montó una de sus instalaciones en el atrio del Centro de Formación.

Inspirada por cuestiones sociales y preocupada por la proliferación de las semillas transgénicas, trata de crear conciencia.

¿Por qué utilizas las semillas en tu intervención en el atrio del Centro de Formación?
LM: Llego a las semillas porque estoy interesada en cuestiones de pobreza, semillas transgénicas y soberanía alimentaria. Los problemas que tienen hoy día América Latina, África y Asia es que estas semillas transgénicas, no sólo no sabemos que efectos tienen sobre la salud, la biodiversidad, las tierras y los mantos acuíferos, sino que representa una dependencia del modelo económico que garantiza que los países no sean autosuficientes en términos de alimentación. Países como Guatemala o México, donde surgió la mazorca de maíz después de muchos años de cultivo, tienen que exportar un porcentaje bastante alto de Estados Unidos.

Son semillas que tienen derechos de autor, que garantizan que se acaben especies nativas, que la gente dependa económicamente de estos países y que las zonas rurales aceleren su empobrecimiento al tener tierras más ácidas y menos fértiles.

Me interesa hacer conciencia. Todas las personas tenemos responsabilidad en esto porque todos comemos, todos consumimos. Tenemos la responsabilidad de no desperdiciar, para empezar, de tratar de no contaminar, comer orgánico.. y sobre todo, lo que necesitamos. No sobrealimentarnos y ser conscientes de que nuestro paso por la vida no puede tener un impacto tan terrible.

El problema de la comida no es un problema económico, sino de voluntad.

¿Es este el objeto de toda tu obra?
LM: En realidad a mí me interesa la relación del individuo con la naturaleza: qué consumimos, qué comemos, cómo comemos... Yo misma estoy tomando conciencia sobre la importancia del uso racional de los recursos: el agua, la electricidad, el papel... qué clase de vínculos o fracturas, culturales o naturales, no nos permiten sentirnos parte de la naturaleza.

¿Por qué crees que nos pasa esto?
LM: Vivimos cubiertos por una capa de cemento que pensamos que nos aisla de todo lo demás: pensamos que no vamos a ensuciarnos, que no nos va a llover, que nada va a pasar... Este muro de concreto nos separa de lo que somos, evita que pensemos que vamos a envejecer o que vamos a morir.

¿Qué reacciones te encuentras en los que ven tu obra?
LM: Me gusta que la gente interprete mi obra a través de sus experiencias, porque todos hemos tenido experiencias con semillas, con plantas o con comida... Este es un espacio para que la gente recuerde, que recupere esos momentos de nostalgia porque es entonces cuando puede crearse otra vez el vínculo.

A veces la gente sufre mucho porque la pieza se va a destrozar... pero no, es buenísimo! Las cosas se acaban todos los días, todo acaba. En nuestra capita de cemento pensamos que las cosas están hechas para durar... pero no es así.

Tocar las semillas, estar en contacto con ellas, nos hace recordar que alguna vez, de chiquillos, sembramos un frijol en un poco de periódico y salió la mata... y que fue maravilloso! Tenemos que dejar de fingir que no somos parte de la naturaleza; pensamos que venimos al mundo envueltos en una bolsa plástica.



AB

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