El jueves llegué a las 7 de la mañana a Oaxaca en un bus que había salido a las 20.45 de Puerto Escondido... Sí, muchas horas de viaje, pero así ahorraba tiempo!
Al llegar sólo podía pensar en meterme un rato en una cama... y llegué a Las Golondrinas, un hotelito familiar a cuatro cuadras del zócalo que enseguida me dio entrada! A las ocho y cuarto estaba ya durmiendo plácidamente en una cama decente.
Ya me habían comentado que Oaxaca (leído Uajaca) era una ciudad tranquila, pero con mucha vida en la calle... Después de mi visita a Monte Albán, antigua urbe zapoteca a unos 20 minutos de la ciudad, me recuperé en El Buen Gourmet de Oaxaca, un comedor popular donde sirven comida corrida por 50 pesos (unas 500 pesetas, 3 euros!). Iba a empezar entonces mi visita a la ciudad, que ya me había conquistado, pero llegó un fuerte chaparrón vespertino que fastidió el plan. No estaba dispuesto a ponerme chorreando como había pasado la semana anterior en San Miguel de Allende...
Aproveché para seguir descansado, la vida del surfero principiante es dura... no tenía agujetas, pero tenía cierto dolor extraño encima de las "abdominales" como si hubiera estado sentado pegado a la mesa durante toda una comida!
En cuanto cesó la lluvia me planté en la calle: visité unas cuantas iglesias y recorrí un par de veces la calle Alcalá, una vía peatonal en la que está el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (absolutamente vacío a la espera de la inauguración de una exposición), numerosas tiendas y un montón de "tianguis" callejeros con artesanías, collares, ropas y demás "artesanías de maquila centroamericana".
Un té negro en el Café Orgásmico, en los alrededores de la plaza Santo Domingo, me sirvió para leerme la prensa local, descansar un rato y echarle un vistazo a la guía...
Desde el interior de la Catedral, como rata de Hamelín, me arrastré hasta el zócalo a ritmo de pasodoble.. sí, en el kiosko de la música había un concierto de la banda del Estado de Oaxaca ofreciendo un concierto estupendo a los que seguían en la calle después del chaparrón, que no eran pocos. Y rodeado de niñso, abuelos, parejas y estudiantes, imaginé los lances de un capote mexicano en pleno zócalo.
Un helado de mezcal y coco de La Michoacana puso el cierre a la tarde noche oaxaqueña; hasta las once y media no hice más que leer mientras esperaba la llegada de Mar y Luis desde el DF.
Por la mañana, después de un paseo tranquilo por el centro de la ciudad, salimos en dirección al desierto, previa parada en Tepelmeme, un tranquilo pueblo en mitad de la nada donde cocinan unas riquísimas tortillas de trigo rellenas con quesillo... mmm! que ricas estaban!
Zapotitlán Salinas
Podría hablar de la llegada al desierto, de cómo el paisaje se vuelve áspero y abrupto y cambia árboles por cactus; o de los alacranes, las víboras o las cabañas en las que dormimos en plena reserva; o de la sesión de fotos nocturna con exposiciones de 30 segundos que nos marcamos... pero, como no me quiero alargar, me quedo con el paseo por Zapotitlán y con la charla de hora y media que mantuvimos después de la cena con doña Petra y su familia.
Paseábamos tranquilamente cuando nos paramos en "El regalo prometido", allí empecé a tararear una de las canciones de moda del lugar y conseguimos empatizar con doña Petra. Ella se reía, le había hecho gracia... comía algo extraño, y no dudó en ofrecernos: ¿quieren probar los gusanos de maguey? "No gracias, me acabo de comer un hojaldre" y no mentía! Acababa de terminar la cena con un hojaldre que había comprado a un tipo que los ofrecía en su maletero...
Pero fue mi hermana la aventurada que dijo: "sí, dejeme ver". Y no sabemos aún por qué, Mar lo miró, Luis preparó la cámara y dio comienzo el festín... Se comió todo... menos la piel que "está un poco áspera"... ggrrr
Empezamos a charlar sobre los gusanos, nos contó que enviaba a muchos paisanos emigrados a los Estados Unidos para sus fiestas.. manda mole concentrado y otras delicias culinarias de la zona. A la conversación se unió don Hugo, su marido. Mi hermana le comentó que era una lástima que la Taquería Cactus estuviese siempre cerrada... resultó ser de su cuñado Beto, que también se unió a la conversación una hora después! También llegó Samuel, el hijo de la pareja, y Ray, hijo de don Hugo "con otra señora".
Como en cualquier pueblo de España, disfrutamos de la buena temperatura de la noche charlando en la puerta... hablamos de los españoles en México, de los migrantes, de sus vidas, de política, de historias antiguas, de recetas de cocina... fue una noche para recordar. Hacía ya mucho tiempo que no me paraba a disfrutar de una buena conversación con desconocidos.
Travesía en el desierto
Habíamos quedado con Maurino, afincado en Zapotitlán pero originario de San Juan Raya, a las 8.00 para dar un paseo por la reserva, y allí estaba. La noche anterior, como habíamos regresado tan tarde del pueblo no lo vimos, pero le dejamos su coca-cola encima del capó del pickup.
Recorrimos el Cerro de Cutá (que en popoloca quiere decir "máscara"), que debe sunombre a la silueta de la montaña que recuerda una mujer tendida en el suelo. Los popolocas habitaron allí hasta que los dominicos convencieron a la población para trasladarse a lo que hoy día es Zapotitlán Salinas. El motivo del traslado es un "chorro" de agua del que carecían y, más exactamente, la incomodidad de conquistadores y evangelizadores al tener que subir una montaña tan escarpada.
Fue así como en 1591 se fundó Zapotitlán, que añadió "Salinas" en 1875 para reflejar una de las actividades con más tradición de los popolocas. Desde hace 1300 años, están sacando sal de los pozos de la zona... tienen sus salinas como San Fernando tiene las suyas! El nombre del pueblo responde al de Shapotl, "señor victorioso", héroe popoloca muerto en batalla.
Maurino nos contó muchas historias... cómo curar la "alferecía" (según el DRAE: Enfermedad, caracterizada por convulsiones y pérdida del conocimiento, más frecuente en la infancia, e identificada a veces con la epilepsia), que ellos asocian a una rabieta infantil y que curan con una infusión de mirto del monte y pirul.
Las hierbas son parte fundamental de la tradición popoloca, transmitida de forma oral de generación en generación. Cuando los niños están nervisos, o tienen chispilera, se les da en el culo con chicalote... que lejos de fastidiarle, le sirve de "terapia". ¿? La uña de gato sirve para problemas estomacales, la pata de conejo para los ojos y la siempreviva tienen propiedades anestésicas. Booh?
Ya en lo alto del monte caminamos sobre las ruinas popolocas, donde los teteles ocultos bajo la maleza esconden todavía algunos templos de la época. Es increíble cómo aún hoy día se pueden encontrar lugares así, abandonados a su suerte ante la falta de presupuesto.
Vimos restos, vestigios, piedras, claros que marcaban la zona del juego de pelota... pero, al parecer, también pisoteamos restos de cerámica mixteca... booh? aún tengo mis dudas... ¿puede un trozo de cerámica estar al aire libre durante ochocientos años sin deteriorarse? booh?
Fue una experiencia increíble. Aunque me quedo con la "plática" con Maurino, con cinco hermanos y dos hermanas, sobre cómo cruzó en el 96 la frontera y se instaló en Nueva York. Trabajó para uno coreanos "mala gente" y, después, tres años para unos judíos vendiendo electrodomésticos. Pagó unos 1300 dólares, hoy cuesta hasta 3000 dólares con "garantía"... si te devuelven, te vuelven a pasar. Nos habló de los cholos, mexicanos nacidos al otro lado de la frontera que les sacan hasta el último peso, y de cómo cada coyote selecciona a sus "clientes" cuando llega el camión de la "migra" con los deportados en las mismas narices de la policía gringa y mexicana. Mafias? De todos colores y a los dos lados.
Puebla
No deja de ser una gran ciudad del sur... muchos coches, mucha gente y mucho jaleo. Tiene muchos edificios recuperados, con una buena organización municipal que se ve en la vidilla del zócalo, en la propaganda municipal omnipresente y, por ejemplo, en el festival de música que se organizó con motivo del día internacional de la música y que llenó de conciertos cada rincón de la ciudad.
Degustamos la gastronomía de la tierra en El Sagrario, cortesía de Luis, donde nos pusieron una extraña ensalada de perejil frito con camarones, un mole poblano buenísimo (aunque picante....) y un plato con buena pinta cuyo único defecto fue que tenía "poco plátano macho"... ;))))
Por la mañana dsifrutamos de la música de un grupo local con página en myspace! El homenaje a Los Beatles de los Eslabón sonaba bien en la calle John Lennon.
Carro y rumbo a Cholula
A partir de aquí los recuerdos son ya borrosos. Subir una de las pirámides más grandes del mundo no cansa, pero la paliza se acumula después de tantas aventuras... Nos hacemos mayores, es inevitable!
Sólo recuerdo la tanda de penalties que dió el pase a semifinales a la selección y el atasco de entrada en DF.
AB
Al llegar sólo podía pensar en meterme un rato en una cama... y llegué a Las Golondrinas, un hotelito familiar a cuatro cuadras del zócalo que enseguida me dio entrada! A las ocho y cuarto estaba ya durmiendo plácidamente en una cama decente.
Ya me habían comentado que Oaxaca (leído Uajaca) era una ciudad tranquila, pero con mucha vida en la calle... Después de mi visita a Monte Albán, antigua urbe zapoteca a unos 20 minutos de la ciudad, me recuperé en El Buen Gourmet de Oaxaca, un comedor popular donde sirven comida corrida por 50 pesos (unas 500 pesetas, 3 euros!). Iba a empezar entonces mi visita a la ciudad, que ya me había conquistado, pero llegó un fuerte chaparrón vespertino que fastidió el plan. No estaba dispuesto a ponerme chorreando como había pasado la semana anterior en San Miguel de Allende...
Aproveché para seguir descansado, la vida del surfero principiante es dura... no tenía agujetas, pero tenía cierto dolor extraño encima de las "abdominales" como si hubiera estado sentado pegado a la mesa durante toda una comida!
En cuanto cesó la lluvia me planté en la calle: visité unas cuantas iglesias y recorrí un par de veces la calle Alcalá, una vía peatonal en la que está el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (absolutamente vacío a la espera de la inauguración de una exposición), numerosas tiendas y un montón de "tianguis" callejeros con artesanías, collares, ropas y demás "artesanías de maquila centroamericana".
Un té negro en el Café Orgásmico, en los alrededores de la plaza Santo Domingo, me sirvió para leerme la prensa local, descansar un rato y echarle un vistazo a la guía...
Desde el interior de la Catedral, como rata de Hamelín, me arrastré hasta el zócalo a ritmo de pasodoble.. sí, en el kiosko de la música había un concierto de la banda del Estado de Oaxaca ofreciendo un concierto estupendo a los que seguían en la calle después del chaparrón, que no eran pocos. Y rodeado de niñso, abuelos, parejas y estudiantes, imaginé los lances de un capote mexicano en pleno zócalo.
Un helado de mezcal y coco de La Michoacana puso el cierre a la tarde noche oaxaqueña; hasta las once y media no hice más que leer mientras esperaba la llegada de Mar y Luis desde el DF.
Por la mañana, después de un paseo tranquilo por el centro de la ciudad, salimos en dirección al desierto, previa parada en Tepelmeme, un tranquilo pueblo en mitad de la nada donde cocinan unas riquísimas tortillas de trigo rellenas con quesillo... mmm! que ricas estaban!
Zapotitlán Salinas
Podría hablar de la llegada al desierto, de cómo el paisaje se vuelve áspero y abrupto y cambia árboles por cactus; o de los alacranes, las víboras o las cabañas en las que dormimos en plena reserva; o de la sesión de fotos nocturna con exposiciones de 30 segundos que nos marcamos... pero, como no me quiero alargar, me quedo con el paseo por Zapotitlán y con la charla de hora y media que mantuvimos después de la cena con doña Petra y su familia.
Paseábamos tranquilamente cuando nos paramos en "El regalo prometido", allí empecé a tararear una de las canciones de moda del lugar y conseguimos empatizar con doña Petra. Ella se reía, le había hecho gracia... comía algo extraño, y no dudó en ofrecernos: ¿quieren probar los gusanos de maguey? "No gracias, me acabo de comer un hojaldre" y no mentía! Acababa de terminar la cena con un hojaldre que había comprado a un tipo que los ofrecía en su maletero...
Pero fue mi hermana la aventurada que dijo: "sí, dejeme ver". Y no sabemos aún por qué, Mar lo miró, Luis preparó la cámara y dio comienzo el festín... Se comió todo... menos la piel que "está un poco áspera"... ggrrr
Empezamos a charlar sobre los gusanos, nos contó que enviaba a muchos paisanos emigrados a los Estados Unidos para sus fiestas.. manda mole concentrado y otras delicias culinarias de la zona. A la conversación se unió don Hugo, su marido. Mi hermana le comentó que era una lástima que la Taquería Cactus estuviese siempre cerrada... resultó ser de su cuñado Beto, que también se unió a la conversación una hora después! También llegó Samuel, el hijo de la pareja, y Ray, hijo de don Hugo "con otra señora".
Como en cualquier pueblo de España, disfrutamos de la buena temperatura de la noche charlando en la puerta... hablamos de los españoles en México, de los migrantes, de sus vidas, de política, de historias antiguas, de recetas de cocina... fue una noche para recordar. Hacía ya mucho tiempo que no me paraba a disfrutar de una buena conversación con desconocidos.
Travesía en el desierto
Habíamos quedado con Maurino, afincado en Zapotitlán pero originario de San Juan Raya, a las 8.00 para dar un paseo por la reserva, y allí estaba. La noche anterior, como habíamos regresado tan tarde del pueblo no lo vimos, pero le dejamos su coca-cola encima del capó del pickup.
Recorrimos el Cerro de Cutá (que en popoloca quiere decir "máscara"), que debe sunombre a la silueta de la montaña que recuerda una mujer tendida en el suelo. Los popolocas habitaron allí hasta que los dominicos convencieron a la población para trasladarse a lo que hoy día es Zapotitlán Salinas. El motivo del traslado es un "chorro" de agua del que carecían y, más exactamente, la incomodidad de conquistadores y evangelizadores al tener que subir una montaña tan escarpada.
Fue así como en 1591 se fundó Zapotitlán, que añadió "Salinas" en 1875 para reflejar una de las actividades con más tradición de los popolocas. Desde hace 1300 años, están sacando sal de los pozos de la zona... tienen sus salinas como San Fernando tiene las suyas! El nombre del pueblo responde al de Shapotl, "señor victorioso", héroe popoloca muerto en batalla.
Maurino nos contó muchas historias... cómo curar la "alferecía" (según el DRAE: Enfermedad, caracterizada por convulsiones y pérdida del conocimiento, más frecuente en la infancia, e identificada a veces con la epilepsia), que ellos asocian a una rabieta infantil y que curan con una infusión de mirto del monte y pirul.
Las hierbas son parte fundamental de la tradición popoloca, transmitida de forma oral de generación en generación. Cuando los niños están nervisos, o tienen chispilera, se les da en el culo con chicalote... que lejos de fastidiarle, le sirve de "terapia". ¿? La uña de gato sirve para problemas estomacales, la pata de conejo para los ojos y la siempreviva tienen propiedades anestésicas. Booh?
Ya en lo alto del monte caminamos sobre las ruinas popolocas, donde los teteles ocultos bajo la maleza esconden todavía algunos templos de la época. Es increíble cómo aún hoy día se pueden encontrar lugares así, abandonados a su suerte ante la falta de presupuesto.
Vimos restos, vestigios, piedras, claros que marcaban la zona del juego de pelota... pero, al parecer, también pisoteamos restos de cerámica mixteca... booh? aún tengo mis dudas... ¿puede un trozo de cerámica estar al aire libre durante ochocientos años sin deteriorarse? booh?
Fue una experiencia increíble. Aunque me quedo con la "plática" con Maurino, con cinco hermanos y dos hermanas, sobre cómo cruzó en el 96 la frontera y se instaló en Nueva York. Trabajó para uno coreanos "mala gente" y, después, tres años para unos judíos vendiendo electrodomésticos. Pagó unos 1300 dólares, hoy cuesta hasta 3000 dólares con "garantía"... si te devuelven, te vuelven a pasar. Nos habló de los cholos, mexicanos nacidos al otro lado de la frontera que les sacan hasta el último peso, y de cómo cada coyote selecciona a sus "clientes" cuando llega el camión de la "migra" con los deportados en las mismas narices de la policía gringa y mexicana. Mafias? De todos colores y a los dos lados.
Puebla
No deja de ser una gran ciudad del sur... muchos coches, mucha gente y mucho jaleo. Tiene muchos edificios recuperados, con una buena organización municipal que se ve en la vidilla del zócalo, en la propaganda municipal omnipresente y, por ejemplo, en el festival de música que se organizó con motivo del día internacional de la música y que llenó de conciertos cada rincón de la ciudad.
Degustamos la gastronomía de la tierra en El Sagrario, cortesía de Luis, donde nos pusieron una extraña ensalada de perejil frito con camarones, un mole poblano buenísimo (aunque picante....) y un plato con buena pinta cuyo único defecto fue que tenía "poco plátano macho"... ;))))
Por la mañana dsifrutamos de la música de un grupo local con página en myspace! El homenaje a Los Beatles de los Eslabón sonaba bien en la calle John Lennon.
Carro y rumbo a Cholula
A partir de aquí los recuerdos son ya borrosos. Subir una de las pirámides más grandes del mundo no cansa, pero la paliza se acumula después de tantas aventuras... Nos hacemos mayores, es inevitable!
Sólo recuerdo la tanda de penalties que dió el pase a semifinales a la selección y el atasco de entrada en DF.
AB
2 comentarios:
Hola Alex! Buena traca final en tu estancia de nueve meses, que viaje, que envidiaaa(como siempre). Ya han llegado el verano y las fiestas de Burgos, yuhuuu, asi que espero disfrutarlo...! Espero verte este verano por aqui, ya liaremos alguna fiesta de bienvenida!
Un beso y hasta pronto, Adri
Ale, si mi plato decía "con plátano macho" a una miserable rodajilla...po había que quejarse!!!
han sido dias muy bonitos, y quitando la visita sorpresa de los escorpiones en la cabaña, la compañía ha sido muy grata.
cuidate y buena vuelta a la tierra hermano.
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