sábado, 10 de noviembre de 2007

El parque central, escenario antigüeño

El parque central tiene colores diferentes según se arrime el sol… también cambia según la fauna y la flora de cada momento del día. Algunas veces, me apaño el almuerzo con un sándwich sentado en un banco al solito; es una forma de desconectar del centro, de respirar algo de aire chapín, de ver caras nuevas entre tanto personal amable y sonriente. En esas ocasiones, se concentran también chapines para almorzar con sus tuppers, otros que pasan por ahí y se quedan a charlar con otro con el que se cruzaron, y siempre hay algún guiri que se dedica a la lectura, a disfrutar de un helado o simplemente a observar con detenimiento a la gente que viene y va.

Pero, por lo general hay asiduos que no fallan… están siempre ahí. Llueva, truene o diluvie, nuestros amigos de la Policía Nacional Civil están siempre esquinados en los cuatro cruces que limitan el parque. Aferrados a sus rifles impolutos, se apiñan en grupos de cuatro o cinco en torno a su pick up negro reluciente: aquí si no tienes carro y arma no eres nadie… ellos tienen pistolones y rancheras 4x4, así que piensan que son alguien.

Apenas cruces el parque por cualquiera de sus costados, siempre escuchas una campanita insistente y repetitiva que te recuerda que el señor de los helados está cerca. Habrá como seis o siete que pasean con su carrito esperando que alguien participe de su dulce iniciativa empresarial… Tienen éxito, creedme! Entre chapines y guiris, siempre hay algún goloso que se le antoja una paleta o un cucurucho.

Otros de los fijos son los de las pinzas. Entre los adoquines y la falta de presupuesto, el tema de la limpieza es complicado… pero lo han resuelto con una cuadrilla de “pinceros" que se dedican a recoger pacientemente la mierda del suelo con unas pinzas tamaño brazo humano. Ellos también participan de la dinámica del parque y tienen su interacción…

No deja de ser un negocio. Entre sus árboles y sus fuentes, el parque recibe diariamente a una veintena de limpiabotas. Muchos prefieren esperar a las salidas de las cafeterías de los soportales, pero otros disfrutan del sol y de la vida del centro. Aún no he probado, no estoy acostumbrado a que nadie me limpie los zapatos; sin embargo, muchos chapines lo hacen. Por sus zapatos bien brillantes puedes distinguir oficinistas, empleados de hotel, dependientes, guardias de seguridad de los bancos de la plaza o policías aburridos.

El último de la categoría de los personajes del parque es, para algunos, un participante invisible, indeseable o incómodo. Desparramados por el parque, deambulan buscadores de tesoros entre los bidones de basura. Más allá de su aspecto, lo que llama la atención es la concentración con la que hacen su búsqueda… Son minuciosos, pacientes, tranquilos.

Esta tarde cruzaba el parque en diagonal, regresaba de comer con Álvaro y Raquel, que han venido a hacer un taller de comedia del arte al centro. Llevaba una caja con restos del pollo que nos sobró de la comida; pero al llegar a la esquina de la quinta avenida, ya no la tenía. Mano en el hombro: “amigo, le apetece un trozo de pollo?”. “Gracias, joven!” –dijo mientras colocaba la bolsa de plástico en el suelo y reanudaba la búsqueda en ese bidón.

No es cuestión de pedir los restos de comida en el restaurante para que no acaben en la basura, sino de evitar que alguien tenga que buscar ahí para encontrar algo que llevarse a la boca.



AB

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