jueves, 15 de noviembre de 2007

La vida es puro teatro


Tragicomedia en dos actos.

ACTO I

El Sitio: mesa junto a la ventana, nueve sillas.

Mónica (Perú, 1970)
Tez oscura sobre dentada blanca. Sonrisa perfecta y animada, acompañada por largos mechones oscuros que llegan hasta sus pechos. Madura pero tímida amazona que no sabe cómo entregarse. Habla animadamente con Álvaro, queriendo recordar cada palabra y tratando de evidenciar discretamente su interés, sin palabras... tejiendo una tela de araña con sus negros ojos que resulte mortal. Cuenta cómo le va en Guatemala, cómo llegó y qué le anima a participar en los talleres de creatividad de El Sitio.

La Flaca (Cuba, 1965)
Cabellera rojiza, salvaje y crespa, que atusa con delicadeza y desinterés a partes iguales. Llega a Guatemala con la firma de los Acuerdos de Paz en 1996. Forma parte de la delegación de artistas y deportistas que Cuba manda. Encuentra un país deslabazado, falto de libros y de inquietudes. "Qué voy a hacer teatro de Norecuerdoquien? Olvidate, mi niño! Lo primero que tuvimos que hacer fue enseñarles a leer y escribir! Fidel, otras cosas no, pero en dos años alfabetizó a toda Cuba!". Su acento inconfundible te traslada hasta la isla de la revolución. Habla con vehemencia, animada, convencida de su mensaje y de su poder de persuasión.

Roberto (Guatemala, 1946)
Según reza en su tarjeta "actor, abogado y notario". Luce generosa barba para compensar su discreta ausencia capilar, que oculta generalmente con un sombrero de ala corta. Entrañable y simpático. Ha sido camarero en innumerables películas, también ha ejercido de guardia civil, alguacil, vecino golpeado, encargado de recreativos, gallina2, camionero, lechero y de "tímido en un sex shop". Cuenta su llegada a España en 1978, cómo le rechazan como refugiado político porque "en Guatemala hay democracia". Todo cambia con la quema de la embajada de España en Guatemala (31 de enero de 1980); entonces, una España en pañales lo acoge y le da la nacionalidad. No puede votar en Guatemala, pero le siguen mandando la documentación para que vote en España, derecho que no ejerce. En Francia, diez meses después, se entera de que sus compañeros del grupo de teatro murieron en la quema de la embajada "puta! perdí a todos!".

Participa de la movida madrileña. Propone a Maco organizar un concierto de rock con Sabina, Ríos, Ana y Víctor para dar repercusión a los comités de solidaridad con América Latina. Meses después, Amnistía organiza algo similar y todo el mundo habla de ello. Presenta en Madrid el testimonio de Rigoberta: "por entonces, teníamos a Carmelita! Ay, Carmelita! Dónde habrá acabado? Queríamos presentar en Madrid el testimonio de un indígena. Habíamos pensado desde el principio en ella, pero por entonces nos contactó Elizabeth Burgos y nos habló de Rigoberta, hija de Menchú el que se quemó en la embajada. Aún no había escrito el libro... luego se publicaría, en 1985, 'Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia'... Así que nos la llevamos a ella, y posteriormente la candidatamos para el Nobel de la Paz. Ella me recuerda, pero piensa que soy un periodista español. Recuerdo que entre el público, aquel día, estaban Eduardo Galeano, Tierno Galván... y muchos otros que han tenido mucha relevancia..." Mónica se sorprende al escuchar "Galeano", lo adora.

Hace un repaso de la vida en la España de los ochenta desde el punto de vista de un actor caído en gracia en el teatro y el cine de la época. Participó en El maestro de esgrima' como guardia civil, 'Las edades de Lulú' como camarero y 'Carreteras secundarias' como D. José, por ejemplo.

Marco Antonio, Maco (Guatemala, 194x?)
Amigo del anterior. Doctor en Derechos Humanos, profesor en tres universidades de la capital. Callado, reflexivo, mira y escucha, participa para sentenciar algún discurso. Una de sus perlas: "el tiempo no pasa, eres tú quien pasa por el tiempo". Doble ración de filosofía y discurso político en un debate animado por Gallos y Mozas. Viste pantalón claro, chaqueta azul, camisa con botonadura al cuello y corbata de rayas anchas en dos tonos azules en contraste con blanco. Pelo corto y fuerte, teñido de plata por el paso de los años. Bigote pequeño, recortado y también plateado.

En otra intervención alude al "oikos", vocablo griego por el que se entiende "hogar". Ecología y economía comparten su raíz, hablamos de ciudadanía global, de segundas migraciones, de conceptos más amplios, de horizontes lejanos. Recuerda las palabras de un filósofo persa del siglo VI a. C. que renegaba ya de las nacionalidades.

Álvaro (Medina Sidonia -Cádiz-, 1969)
Teatrero, director de la cooperativa de teatro La Madriguera. También pelo corto, pero aún no blanquea. Con su voz desgajada y ronca, conversa tranquilo con Mónica, la enreda en historias fantásticas mientras imagina cómo sería compartir con ella la noche. Truhán sin miramientos, apenas regresó de caza vuelve a ojear presas. No cree en las revoluciones, pero sí en el cambio, en las reformas. Habla de los derechos adquiridos, de la falta de conciencia de su pueblo, del señorito andaluz y su cohorte de serviles. "Energía", repite mucho esa palabra... tanto para referirse a la coordinación entre personas como para explicar el proceso creativo.

Cuenta cómo holgazanea junto a Felipe Benítez Reyes delante de una cerveza, cómo surgen iniciativas entre los dos, cómo se han formado un grupo de creadores (de Luis García Montero a Almudena Grandes, pasando por Sabina y otros desconocidos) en un pueblo tan pequeño para pasar sus vacaciones.

Raquel (Rota -Cádiz-, 197x?)
Morena de pies a cabeza, de piel y cabellera. Ojos penetrantes, mirada pícara. Movimiento pausado y rítmico, como marioneta engrasada. Escote atrayente y atractivo, provocador y agresivo, que retiene al espectador y anima el gallinero. Discreta en sus palabras, se limita a consentir con la cabeza y participar con un par de interjecciones para mantener el ritmo del discurso.

Otros
María, David y quien suscribe. Intervenciones mínimas, alguna más afortunada que otra. María, desde la barrera. David, tratando de sacar pecho antes de abandonar el escenario.

Atrezzo: tras la cena, cerveza (Gallo y Moza) y tinto. Un vaso de agua para Mónica, por favor.


ACTO II

C/ del Hermano Pedro, 18. Casa de Roberto: entrada, salón, cocina y patio. Nuevo personaje: Abel.

Desde El Sitio, los personajes se trasladan en 3 coches hasta una casa-museo a media luz. Espacio abigarrado, con restos de vida arinconados en estanterías, marcos y cajas. Un retrato en blanco y negro destaca en una mesita entre el sillón y el sofá: "Es mi madre, que falleció hace un mes. Ese retrato se lo hicieron en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929; le colocaban el mantón y la peineta y le hacían la fotografía".

En un rincón está Maximón, escultura sincrética que representa un santo/diablo que reúne la tradición maya postcolombina y la católica. En su altar: cigarros, vino, una shisha y diversos artículos que completan la escena. En la estantería, botellines de licores y una treintena de pequeñas botellas de plástico con champú. Antes de servir las bebidas, Roberto y Maco hacen su ofrenda a Maximón, que en agradecimiento cumplirá con sus peticiones -ya sean en beneficio o en perjuicio de terceros...

Roberto.
Recuerda la época del destape en España, desde Susana Estrada a la Cantudo. Se le viene a la cabeza 'Maribel y la extraña familia', que representó junto a Aurora Redondo y Kity Manver. Habla de los tiempos de estudio, cuando se ejercitaba junto a Jose Carlos Plaza y Jose Pedro Carrión. Memorias desvencijadas de un viejo actor con recuerdos. Se remonta a los primeros espectáculos de la Fura dels Baus, allá por los ochenta y rescata 'Tier mon' del olvido, un montaje de la Fura sobre el tercer mundo.

Álvaro.
Enfrente, sentado en el sillón junto a la chimenea que Abel se encargó de encender. Comparten filias y fobias, amores y odios, experiencias y sueños. Un actor experimentado y joven frente a la voz del recuerdo. Se muestra más comedido, más pausado, más tranquilo. Olvida discursos políticos y se centra en la belleza del arte. Participa con su risa, pero con la certeza de estar demasiado alejado de la entretela tejida por Mónica. No podrá participar de su energía. A medida que las agujas del reloj avanzan, se concentra en el viaje a Honduras que iniciará en un par de horas, antes de que las estrellas se ahoguen en el clareo de la mañana.

Mónica.
Sentada en el sofá, amotinada como mujer entre La Flaca y Raquel. Distante de Álvaro, se deja llevar por las palabras de Maco. Entre sorprendida y curiosa, se cubre de candidez y toma la pose blanca de la inocencia. Los comentarios la sonrojan, al mismo tiempo que la divierten y no duda en descargar sus carcajadas.

La Flaca.
Sigue recordando su tierra, a pesar de los "comemieldas" que hay ahora. Defiende la revolución y el papel de Fidel en sus primeros tiempos, pero recuerda entre risas todo lo que dejó allí. Encuentra en Abel la réplica que complementa su retórica. Le ayuda a recordar viejas historias. También pasó por la casa de la calle sucia en la que se hospedan todos los cooperantes españoles que llegan a Antigua "desde hace seis siglos!". Sigue divertida contando anécdotas: se preguntaba cómo les ofrecían "productos de la tierra" en formato chorizo, jamón, queso y otras variantes. "Pero qué retrasados estamos en Cuba -exclamó-, allí los chorizos se hacen con calne de puelco!". Risas, risotadas y carcajadas animadas por Mulata -auténtico ron cubano-, cubas -de Botrán con Cola- y vino chileno.

Abel.
Vive allí. Nadie pregunta qué hace ahí, si es hijo de Roberto, inquilino o amante. Se encarga de poner las copas, de servir aperitivos de guacamole y tortillas. Acompaña entusiasmado las historias de la flaca como compatriota cubano. Asiste a la tertulia confiado en aprovechar una buena noche antes de empezar a pasar consulta a las 5.30 de la mañana en una clínica de la capital.

Maco.
Olvida su papel anterior y se descubre como conquistador estratégico de damas despistadas. Conoce al género femenino: con los años ha aprendido a calcular sus esfuerzos y trazar estrategias de éxito. Cuenta con trucos, artimañas y conejos en el sombrero. Inicia su show con las piedras, que torpemente deja caer, pero que logran encandilar las miradas de Mónica y La Flaca. Cuando conquista, les coloca una vela por cada año de vida de la contendiente. Puede resultar cansado.

Continúa contado la historia de su cajita, "con seis colores primarios". La utiliza para pintar girasoles en sus pechos, o lindos quetzales en sus muslos. También lleva vino: "dos botellas, para que ellas elijan". Las chicas se muestran entregadas, entre la incredulidad y el deseo por ver cumplidos sus sueños. Por último desvela su gran secreto: el aceite de macadamia. Ellas exclaman animadas, ellos ríen curiosos.

Roberto confiesa que las pequeñas botellas de plástico de la estantería del Maximón las trae Maco como ofrenda, para mantener su salud y su poder de conquista. Son las botellitas de champú del Omni, un motel en el que tienen lugar sus encuentros. Hasta allí traslada a sus presas, durante cuatro horas les monta el numerito de las piedras, las velas, el vino y el aceite de macadamia.

El doctor en Derechos Humanos se convierte en Don Juan terco y descarado. Ellas, atentas en todo momento a su discurso, se deshacen del hechizo; reconocen con indignación haberse equivocado.

Resto.
Tras el esperpento, la hora: 2.48h. Momento de marchar a casa. Despedidas y palabras de recuerdo, cada uno sale de escena encaminándose a su particular rincón. Unos emprenden viaje, otros descansan en su camerino... pero todos con lecciones aprendidas.

De la edad y de la vida, del arte y la política, del placer y la tortura.

Cinco horas entre máscaras y personajes.

Telón.


AB

1 comentario:

Anónimo dijo...

saludos a Maximón, que ya le daré yo de fumar y beber cuando le vea en ese esperpéntico lugar, y sin insultar, en???